Conocimiento de Sí Mismo -
Conferencia Nro 12
Retorno y
Recurrencia
Un hombre es lo que es su
vida, si un hombre no modifica nada dentro de sí mismo,
si no transforma radicalmente su vida, si no trabaja
sobre sí mismo, está perdiendo su tiempo miserablemente.
La muerte es el regreso al comienzo mismo de su vida con
la posibilidad de repetirla nuevamente.
Mucho se ha dicho en la literatura Seudo-Esotérica y
Seudo-Ocultista sobre el tema de las vidas sucesivas,
mejor es que nos ocupemos de las existencias sucesivas.
La vida de cada uno de nos con todos sus tiempos es
siempre la misma repitiéndose de existencia en
existencia, a través de los innumerables siglos.
Incuestionablemente continuamos en la simiente de
nuestros descendientes; esto es algo que ya está
demostrado.
La vida de cada uno de nos en particular es una película
viviente que al morir nos llevamos a la eternidad.
Cada uno de nos se lleva su película y la vuelve a traer
para proyectarla otra vez en la pantalla de una nueva
existencia.
La repetición de dramas, comedias y tragedias, es un
axioma fundamental de la Ley de Recurrencia.
En cada nueva existencia se repiten siempre las mismas
circunstancias. Los actores de tales escenas
siempre repetidas, son esas gentes que viven dentro de
nuestro interior, los Yoes. Si desintegramos esos
actores, esos Yoes que originan las siempre repetidas
escenas de nuestra vida, entonces la repetición de tales
circunstancias se haría algo más que imposible.
Obviamente sin actores no puede haber escenas; esto es
algo irrebatible, irrefutable.
Así es como podemos libertarnos de las Leyes de
Retorno y Recurrencia; así podemos hacernos libres
de verdad.
Obviamente cada uno de los personajes (Yoes) que en
nuestro interior llevamos, repite de existencia en
existencia su mismo papel; si lo desintegramos, si el
actor muere el papel concluye.
Reflexionando seriamente sobre la Ley de Recurrencia
o repetición de escenas en cada Retorno,
descubrimos por auto-observación íntima, los resortes
secretos de esta cuestión. Si en la pasada existencia a
la edad de veinticinco (25) años tuvimos una aventura
amorosa es indubitable que el Yo de tal compromiso
buscará a la dama de sus ensueños a los veinticinco (25)
años de la nueva existencia.
Si la dama en cuestión entonces sólo tenía quince (15)
años, el Yo de tal aventura buscará a su amado en la
nueva existencia a la misma edad justa.
Resulta claro comprender que los dos Yoes tanto el de él
como el de ella, se busquen telepáticamente y se
reencuentren nuevamente para repetir la misma aventura
amorosa de la pasada existencia.
Dos enemigos que a muerte pelearon en la pasada
existencia, se buscarán otra vez en la nueva existencia
para repetir su tragedia a la edad correspondiente.
Si dos
personas tuvieron un pleito por bienes raíces a la edad
de cuarenta (40) años en la pasada existencia, a la
misma edad se buscarán telepáticamente en la nueva
existencia para repetir lo mismo.
Dentro de cada uno de nosotros viven muchas gentes
llenas de compromisos; eso es irrefutable.
Un ladrón carga en su interior una cueva de ladrones con
diversos compromisos delictuosos. El asesino lleva
dentro de sí mismo un club de asesinos y el lujurioso
porta en su psiquis una casa de citas.
Lo grave de todo esto es que el intelecto ignora la
existencia de tales gentes o Yoes dentro de sí mismo y
de tales compromisos que fatalmente se van cumpliendo.
Todos estos compromisos de los Yoes que dentro de
nosotros moran, se suceden por debajo de nuestra razón.
Son hechos que ignoramos, cosas que nos suceden,
acontecimientos que se procesan en el subconsciente e
inconsciente. Con justa razón se nos ha dicho que todo
nos sucede, como cuando llueve o como cuando truena.
Realmente tenemos la ilusión de hacer, empero nada
hacemos, nos sucede, esto es fatal, mecánico…
Nuestra personalidad es tan sólo el instrumento de
distintas gentes (Yoes), mediante la cual cada
una de esas gentes (Yoes) cumple sus compromisos.
Por debajo de nuestra capacidad cognoscitiva suceden
muchas cosas, desgraciadamente ignoramos lo que por
debajo de nuestra pobre razón sucede. Nos creemos sabios
cuando en verdad ni siquiera sabemos que no sabemos.
Somos míseros leños arrastrados por las embravecidas
olas del mar de la existencia.
Salir de esta desgracia, de esta inconsciencia, del
estado tan lamentable en que nos encontramos, sólo es
posible muriendo en sí mismos...
¿Cómo podríamos despertar sin morir
previamente? ¡Sólo con la muerte adviene lo nuevo! Si el
germen no muere la planta no nace. Quien
despierta de verdad adquiere por tal motivo plena
objetividad de su consciencia, iluminación auténtica,
felicidad…
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